Cómo vivir y ser feliz
Sábado 31 mayo 2025
Si te preguntas ¿soy buena persona? es porque te importa tu relación con los demás y el efecto que producen tus actos sobre ellos.
A veces, confundimos la bondad con la necesidad de agradar al prójimo, sacrificándonos excesivamente por miedo a decepcionar, pero no somos conscientes de ello. Tenemos grabado en nuestros registros que debemos ser buenos y ser bueno supone estar al servicio de nuestros semejantes, perdonar, dar, ceder, pero ¿te has preguntado si lo haces de corazón o por obligación?
Es fundamental entender la idea de la bondad: hay que ser bondadoso conscientemente, nunca a costa de nosotros mismos. Podemos ayudar, siempre que esa ayuda no venga impuesta por los demás, que no sea la respuesta sumisa a una exigencia o una manipulación.
Una buena persona puede -y debe- saber decir “no”, actuando desde la honestidad, sin miedo a parecer egoísta. Con nuestra negativa, estamos poniendo límites y esto es necesario, puesto que no debemos dar todo lo que llevamos dentro. Si lo hacemos, si nos entregamos totalmente al otro, si damos tanto, sin reservarnos nada para nosotros mismos, acabamos totalmente vacíos y perdemos nuestra propia voz; de esta forma, nos sentimos pequeños, perdiéndonos en los deseos ajenos, a costa de nuestros propios sueños, aunque tengamos que aceptar las imposiciones -incluso humillaciones- del resto.

Laura Moret. Antes de la tormenta. 2018. Óleo s/lienzo. 60x70cm.
»Es mejor conquistarse a uno mismo que ganar mil batallas». Buda (Siddhartha Gautama)
Te preguntarás por qué hay personas que hieren a otras. ¿Te has sentido alguna vez en medio de una conversación donde el dolor se expresó como ataque? ¿Por qué intervienen los egos?
No hay debilidad en reconocer que el dolor existe, tomando conciencia de ello podemos dejar de aflorar nuestras heridas no sanadas, descargándolas sobre los demás, y es ahí cuando aparecen los egos.
Mediante el ego nos protegemos, o eso creemos. Queremos tener razón, dominar la situación y no mostrar nuestra vulnerabilidad. Es entonces cuando perdemos la empatía, cuando nuestro ego toma el control. Nos protegemos hiriendo ante la posibilidad de ser heridos por una crítica o un rechazo, por una mera diferencia de opinión. En estos casos, necesitamos el triunfo, que nos admiren, sentirnos poderosos ante el otro, reduciéndolo e invadiendo su espacio vital. Es un mecanismo de defensa. Quien ha sido herido tiende a herir. Muchas veces no hay una intención directa en el daño que se infringe aunque las cicatrices que deja son las mismas. Este tipo de acción se debe a que no se ha crecido emocionalmente, no se es capaz de comunicarse sin agresión verbal. Hay patrones que se repiten, pero podemos elegir cómo sanar estas situaciones, tanto desde un lado como desde el otro, porque todos nos hemos visto envueltos en ellas a lo largo de nuestra existencia.
Hay un camino de sanación alternativo a devolver la agresión o callarte y dejarte pisotear el resto de tu vida. Se puede tomar conciencia y responder sin buscar venganza, mantener la calma y no añadir capas duras a nuestro corazón, ya que no estamos obligados a cargar con culpas que no nos pertenecen.
Muchas veces el otro transforma su dolor e inseguridad en rabia o con exigencias desproporcionadas, por miedo a perder el control se muestra duro, ocultando una fragilidad emocional no resuelta. Aquí actúa nuestra empatía; podemos entender por qué nos ataca y pensar que merecemos vínculos más sanos en los que todo fluya, sin sentir una tensión constante, evitando actuar de la misma manera. Nadie está obligado a atarse a una relación que se construye desde el dolor.
Por eso, es tan importante reconocer esos ataques, esos abusos y fijar límites. Si no somos asertivos y seguimos cediendo siempre, hasta donde haga falta, porque queremos agradar a toda costa y evitar cualquier conflicto, debemos entender que hay una diferencia entre ser bueno y ser tonto, porque exactamente así es como te sientes cuando nunca dices “no”.
Cuando reconoces que alguien te hiere y te defiendes, sin querer lastimar a nadie, estás defendiendo la bondad más importante: la que te debes a ti mismo. Poner límite es un acto de madurez emocional, solo tienes que reconocer lo que no te hace bien, decidir lo que es sano para ti y reconocer tu derecho a protegerte. Puedes dar, pero nunca anularte.
Ser bueno no debería doler, no es un sacrificio. Por supuesto, debemos un respeto hacia los demás, pero, sobre todo, te debes un respeto hacia ti mismo. Eso es un acto de conciencia: deber ser capaz de decepcionar al resto, si con ello no te traicionas a ti mismo. Esto no implica volverse duro, frío, no es dejar de amar, es un acto de amor propio. Sin perder la empatía y la sensibilidad que te caracteriza, has de proteger tu paz interior.
Maduramos emocionalmente cuando empezamos a poner límites y empezamos a cuidar de nosotros mismos. Cuando aprendemos a respetarnos, preservamos nuestro espacio y podemos enseñar al otro a que nos respete, solo entonces la vibración interior aflora y podemos dar sin miedo, sin culpas, sin justificaciones. Un límite sano expresado desde la calma transmite un mensaje auténtico y honesto.


Laura Moret. RAAAM. 2023. Cerámica. 8Øcm
Laura Moret. MANIPURA. 2019. Técnica mixta sobre tabla. 50x30cm
Desde el misticismo indú, toda esta preocupación se sitúa en la zona del plexo solar: chakra manipura (su nombre en sanscrito). Tiene que ver con las emociones, la confianza en uno mismo, y el equilibrio personal entre muchos más atributos.
Cuando la persona tiene este chakra equilibrado se siente bien con todas las cosas de la vida, sobre todo consigo mismo.
Es el tercer chakra de los siete más importantes del cuerpo humano. Su mantra relacionado es Ram y se pronuncia raaam. El color que le caracteriza es el amarillo.
Deja un comentario
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *